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Escuela Primaria "Victoria"

martes, 25 de octubre de 2011

Capítulo III

                                                                                                                III 
No fue tarea fácil comprender de dónde venía. El principito me acosaba a preguntas y no parecía preocuparse demasiado por las mías. Muy lentamente y a través de algunas palabras emitidas al azar, es como pude poco a poco enterarme de todo. Al ver por primera vez mi avión (al que no dibujaré por ser algo complicado para mí), me preguntó:
-¿Qué es esta cosa?
-No se trata de una cosa. Vuela. Se llama avión. Es mi avión.
Sentí orgullo al hacerle saber que volaba. Entonces exclamó:
-Entonces ¿has caído del cielo?
-Sí-dije humildemente.
-¡Ah! ¡Qué gracioso!...
El principito soltó tal carcajada que me sentí muy irritado. No me gusta que se tomen a risa mis desgracias.
Inmediatamente agregó:
-Entonces, ¡tú también vienes del cielo! ¿De qué planeta eres?
El misterio de su presencia quedó transformado en una luz y pregunté atropelladamente:
-¿Tú vienes de otro planeta?
Pero no me respondió. Movía la cabeza muy suavemente de un lado al otro mientras miraba mi avión:
-En esto..., no puedes haber venido de muy lejos.
Pareció haberse hundido en un ensueño que duró un largo rato. Luego, sacó el cordero del bolsillo contemplándolo ensimismado.
Imaginen ustedes, cómo pudo haberme intrigado esta semiconfidencia acerca de los "otros planetas". Quise saber aún más:
-¿De dónde vienes, exactamente? Y dónde queda tu casa? A dónde llevarás mi cordero?-pregunté al hombrecito.
Luego de meditar silenciosamente, respondió:
-Me agrada la caja que me has regalado ya de en la noche le servirá de casa.
-Ya lo creo. Si eres amable también te daré una cuerda a fin de atarlo durante el día. Y una estaca.
Esto, no pareció conformar al principito:
-¿Atarlo? ¡Vaya idea rara!
-Piensa que si no lo atas, tomará cualquier rumbo y se perderá.
Mi amigo fue objeto de una nueva carcajada:
-¿Dime dónde crees que iría?
-A cualquier lugar. Derecho, siempre adelante...
El principito entonces exclamó severamente:
-¡Eso no interesa! ¡Mi casa es tan pequeña!
Quizá con cierta tristeza agregó:
-Derecho, siempre adelante de uno, no se puede ir muy lejos...

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